¿Qué hacen un tipo vestido de Yeti, otro de esquimal y dos robots deslizándose en una maqueta de cartón piedra que simula una pista de esquí de los JJOO de Sochi 2014? Suena a chiste pero no. Son dos profesores del MIT que narran la competición de robots 2,007, el broche de oro del curso Design and manufacturing I del departamento de Ingeniería Mecánica del MIT. Un clásico del campus que pone a prueba su divisa Mens et Manus (mente y mano).
Son ya más de 40 ediciones. En ésta, los participantes -todos ellos estudiantes de segundo de carrera- han tenido que construir robots, de un palmo de largo, capaces de subir rampas empinadas, robar banderas de la pista de slalom o descolgar una medalla de oro que espera en la cima. Ah, y vale derribar al contrario. Todo suma, no hay amigos.
Son ya las 22:24 de la noche del jueves, tras preliminares que han ido eliminando a los 150 participantes iniciales, llega la hora de la final. A la izquierda, un chico que participa con dos robots a la vez. A la derecha, una chica asiática que se juega la final con sólo un androide. 3, 2, 1... ya!
Los robots cumplen con la obligación de realizar una primera prueba de manera autónoma -sí, manejados sin control remoto- que consiste en subir a la cima de la pista. Ambos lo consiguen. El del chico avanza a todo trapo y logra descolgar la medalla de oro. Suma más de 100 puntos de una tacada. Podría cantar el alirón si no fuera porque se ha quedado bloqueado en la cima. Entra en acción el segundo robot pero no se maneja igual de ágil. Nervios.
Mientras, la chica va a paso de hormiguita subiendo y bajando la cima una y otra vez. Y además, arranca un par de banderas. Se acerca al marcador y sólo le queda subir una vez más la montaña para rebasar a su rival en el electrónico. Son sólo 10 segundos de margen... el robot sufre para trepar por la rampa empinada pero, finalmente, logra ponerse por delante en el marcador a pocos segundos de que suene la bocina. ¡Tenemos ganadora!
Una multitud de estudiantes se precipita sobre la joven asiática que no se separa del joystick mientras salta emocionada entre el griterío del publico que llena media grada del pabellón de la pista hielo del MIT. Mientras, el robot, teledirigido por la euforia de la celebración, da vueltas sobre sí mismo preso de la alegría de su creadora.
Los profesores cumplen el ritual de estirar a la alumna sobre una camilla y pasearla por delante de la pista ante el público que lo celebra cual gol de Messi en la final de la Champions. Así es una competición de robots en el MIT. O, más bien, el 'examen final' de una asignatura de la carrera de Ingeniería Mecánica.
'Ejercitar la creatividad'
Despojado de su atuendo de esquimal, uno de los profesores, Sangbae Kim, comenta que el objetivo de este curso es "plantear retos a los estudiantes y que ellos ejerciten su creatividad para resolverlos a través de robots". En total, son 10 semanas de curso -4 de teoría y 6 de prácticas para desarrollar el robot- en las que los estudiantes deben demostrar "sus conocimientos en programación, diseño e ingeniería, todo ello con altas dosis de entretenimiento" para saltar a la pista.
La competición no sería posible sin la participación de sponsors que se dejan ver en la grada mediante ojeadores y en el pabellón mediante un coche de Nascar (Exxon Mobil) y demás productos de merchandising de General Motors, Shell o Chevron. El MIT, a su vez, tiene expuesta la famosa mona Cheetah (en versión robot, claro). Por cierto, en este vídeo se ve como corre más rápido que Usain Bolt.
Espónsors al acecho
Como ya relatamos con motivo de la competición de robótica FIRST -en la que participan estudiantes menores de edad de todos los EE.UU.- en el 2,007 las empresas que esponsorizan el evento también fichan a los estudiantes más prometedores en forma de internships (becas), tal y como ha asegurado el profesor Sangbae.
"¿Y cuántos se van de prácticas este año?" -pregunto-. "Eso ya no es cosa mía", contesta con una sonrisa que indica que todo fluye en la asignatura, la universidad y su estrecho vínculo con la vida laboral.
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